En los teatros franceses del siglo XIX surgió el término ‘maquillage’, utilizado para describir la pintura aplicada en los rostros de los actores, a su vez viene derivada del verbo francés maquiller (trabajar), ahí nació la palabra maquillar.
Este término desde sus inicios conectó representaciones artísticas y folclóricas. Hoy convertido un verbo que conjugamos con destreza en la Corporación Educativa Dr. Amín Ariza. Palabra protagonista en el Carnaval de Barranquilla, en donde como institución educativa hacemos nuestro aporte.
Los inicios del maquillaje en el Carnaval
“En el pasado, a inicios del Siglo XX en los bailes de salón, el uso del maquillaje se limitaba a la harina de arroz, de labiales y el de lápiz crayón. Predominaban el antifaz y la máscara”, explica Moisés Pineda Salazar, investigador cultural.
“Más atrás, el ritual de divertimento en los carnavales del Siglo XIX, cuando lo que predominaba era la condición de festejante, el juego consistía en lanzarse Maizena u otras harinas; algunas veces ellas eran mezcladas con anilinas”, añadió el experto.
El inicio picaresco se completó con otro juego carnavalero: ‘hacerse pintas’ usando cremas mezcladas con negro de humo y anilinas.
Relevante en las danzas
En danzas como la las farotas, con un origen reivindicador que demuestra la ‘malicia indígena’, el maquillaje resulta determinante. La historia cuenta que en las tierras cercanas a Mompox, en el departamento de Bolívar, el pueblo indígena faroto enfrentó una dura realidad durante la época de la conquista española. La región, rica en oro, atrajo la codicia de los colonizadores, quienes no solo buscaban riquezas, sino que también cometían actos de violencia contra las mujeres de la tribu mientras los hombres estaban fuera cazando.
Hartos de esta situación, los farotos decidieron tomar cartas en el asunto. Bajo el liderazgo del cacique, seleccionaron a doce guerreros valientes y se disfrazaron con ropas de mujer. Con esta estrategia formaron un dispuesto a vengar las injusticias sufridas por su pueblo.
Cuando los españoles regresaron, fueron recibidos con una emboscada preparada por los farotos. Los invasores fueron rápidamente ajusticiados, enviando un claro mensaje de resistencia y protección a las mujeres de la tribu.
Ese episodio se trasladó al Carnaval en forma de danza: en una tierra machista, hombres se maquillan y se enfundan polleras.
En danzas como la del Garabato, el acto de cubrir el rostro con un maquillaje blanco y resaltar las mejillas con puntos rojos, evocando los conceptos de muerte y vida, es una práctica reservada únicamente para los varones.
Quien encarna ‘la muerte’ luce una espectacular transformación para ser derrotado por el caporal.
Entra maquillaje sale la máscara
Para el investigador cultural Pineda Salazar el maquillaje artístico es relativamente nuevo y “surge como parte de la mutación de festejante a actor”.El investigador considera que el maquillaje es esencial en la caracterización para el espectáculo, “hoy es casi que un sustituto de la máscara”, finalizó.
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